Experiencia con trufas alucinogenas

Este verano decidí tomar trufas alucinogenas por segunda vez con mi pareja. Yo tomé 12g de Atlantis alucinogenas para tener un viaje más fuerte que el primero, en el que ya no sólo tuviese alucinaciones visuales sino algún tipo de revelación o viaje interior. Ella decidió tomar 9g. Ambas estando en ayunas.
Las tomamos en su habitación en vista de que ya era muy tarde - no recuerdo la hora con exactitud- como para movernos por Barcelona buscando espacios abiertos idóneos para el viaje. Su habitación era un lugar muy tranquilo y cómodo. Encendimos una lamparita que proyectaba diferentes colores en las paredes para volver el ambiente más cálido, y pusimos una lista de reproducción de God is an astronaut, un grupo de post-rock ambiental que nos ha servido siempre para evadirnos en los momentos de tensión.

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Las trufas sabían un poco mal, te dejaban un regusto ácido en la boca, pero las comimos rápido sabiendo que valía la pena por lo que nos esperaba después. Nos tumbamos en la cama y, abrazadas, intentamos relajarnos. Estuvimos hablando un buen rato, quizá debió pasar una hora y todavía no percibíamos nada extraño, tan sólo una ligera sensación evasiva, como sintiendo nuestro cuerpo de forma menos física. Ya pasada la hora mi pareja se levantó y se miró la cara en el espejo: su cara se movía, y ya sabíamos que ese era el primer síntoma del efecto de las trufas alucinogenas. Yo, por mi parte, sentía como si viese la realidad a través de un plástico puesto sobre los ojos; las formas se difuminaban y la piel se volvía más brillante. Entonces nos miramos contentas sabiendo que empezaba el viaje.
Aproximadamente un cuarto de hora después mi pareja me dijo que mi piel estaba ultravioleta. Tuve de repente un flash con la imagen semitransparente de un ser con el cuerpo redondeado y con cabeza de calavera, pero no me asusté, pues en todo momento era consciente de que las alucinaciones se debían a las trufas alucinogenas.

De repente, estando yo sentada, sentí como una mano que me arrastraba hacia atrás. Yo, no sé por qué, pensaba que esa mano era el tiempo. No sabría detallar con exactitud cómo me sentía, pero recuerdo decirle a mi pareja que se me llevaban. Sentía un poco de miedo, pero la sensación era, a su vez, placentera. Entonces, para mi sorpresa, me vi en el techo observando la cama en la que seguía ella tumbada. Intenté decir su nombre tres veces, pero de mi boca no salía ninguna voz. La miré una vez más esforzándome porque la voz saliese de mí y entonces ella giró su cara hasta mirarme, y de su boca salieron las palabras que yo no había podido decir, pero con una voz robótica y muy grave. Entonces volví en sí y estaba otra vez en la cama.
En esos momentos me inundaban sensaciones extrañas. Muchas a la vez, las cuales llegaron a abrumarme durante unos pocos minutos. Sabía que el efecto de las trufas llegaba a su punto álgido. Ya habrían pasado dos horas y media desde haberlas tomado.
Mi pareja estaba en frente de mí mirándome con los ojos muy abiertos. Decía que mi cara cambiaba, hasta que me miró con más extrañeza aún y me dijo que mi cara estaba cobrando una forma un tanto desagradable: mi piel se escamaba y se tornaba blanca, mis ojos amarillos y la boca se alargaba y se ponía roja. Ella dijo que parecía una especie de reptileana, pero no tenía miedo. Y yo me reí.

Luego me quedé mirando por la ventana y empecé a sentir cómo se anulaban mis sentidos, como aislándome. Entonces empecé a sentir una conexión con todo; una sensación de amor me invadía cada vez más, hasta que llegó al punto de materalizarse, de alguna manera, en lágrimas. Me puse a llorar y abracé a mi pareja. Fue uno de los mejores momentos de mi vida: mis sentidos se habían anulado y sólo podía sentir amor, sin limitaciones de ningún tipo; en toda su plenitud. Y así nos quedamos hasta que el efecto empezó a decaer.

Los días siguientes estuve muy pensativa por todo lo que se me había planteado, y, ciertamente, desde aquella experiencia, me sentí más unida a mi pareja, como si hubiésemos podido darnos amor en una realidad mucho más sincera.

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